Ya lo olvidarás, ya no pienses más
todo se puede, se puede olvidar
no te escaparás del río que va
como el tiempo va a ningún lugar
tengo que olvidar porqué matamos
a golpes de porqués la felicidad
ya lo olvidaré, ya lo olvidarás.
Yo te ofreceré perlas de rubí
Gotas de un amor que no llueve más
cavaré la tierra una y otra vez
y te cubriré de luces y miel
Construiré un palacio donde me amarás
vos serás la reina y yo seré el rey
No me olvidarás, no me olvidarás...
No me olvidarás, yo te inventaré
una pieza roja que te incluirá
y yo te hablaré de eso dos amantes
que vieron dos veces sus corazones abrazarse
y te contaré la historia de un rey
muerto por no haber podido encontrar
la felicidad... tu felicidad
Vivimos la ilusión de reflejar la luz
sobre el fuego eterno de un viejo volcán
el valle se quemó bajo un cielo negro
la desolación del último abril
la noche llegó y algo se incendió
en la inmensidad desapareció
Ya me olvidarás, ya me olvidarás
Ya lo olvidarás, no voy a llorar
ya no voy a hablar, sólo respirar
y te miraré bailar y reír
y pedirte al fin que me dejes ser
la sombra de tu sombra
la sombra de tu perro
la sombra de tu piel
ya lo olvidarás, ya lo olvidarás.
Ne me quitté pás... Ne me quitté pás...
Cuando vayas a defenderte, ya habrás perdido. Serás prisionera de mis manos y castigada por mis besos.
sábado, 29 de septiembre de 2012
miércoles, 1 de agosto de 2012
Nevada Tan
Nevada Tan, La asesina mas joven de Japón
Natsumi se caracterizaba por su entusiasmo por los deportes, el Internet, las películas y por ser una alumna excelente, quien obtenía las calificaciones más altas. Un test de coeficiente intelectual indicó que su inteligencia era altísima: casi 140 puntos. Además gustaba de practicar deportes, sobre todo el basquetball. Era una niña sana y alegre.
Tiempo después, descubrió el mundo de la violencia extrema al ver la película japonesa Battle Royale, la cual trata sobre una sociedad futurista en la que los escolares desafían a sus maestros, motivo por el cual el gobierno decide crear un reality show seleccionando al azar a un grupo de secundaria. Cada uno de sus integrantes será enviado a una isla desierta portando un collar, el cual explotará pasado cierto tiempo o si intentan quitárselo. La única forma es que todos se maten entre sí, hasta que solamente quede uno vivo, al cual se le perdonará la vida.
Natsumi subió a Internet su propia página de terror con macabras animaciones en Flash. La niña genio pronto comenzó a hacerse famosa en el mundillo del guro, subcultura amante de los dibujos gore y violentos. Su página tuvo mucho éxito. Pero un día, su compañera de escuela y amiga, Satomi Mitarai, de doce años, le dijo en una pelea que era más popular que ella. Luego, Satomi publicó en Internet que Natsumi era “una gorda”. Natsumi comenzó entonces a derrumbarse. Abandonó el equipo de baloncesto por orden de su madre para dar prioridad a los estudios. Tras reintegrarse, volvió a salirse por su voluntad y sus calificaciones comenzaron a bajar. Un día, protagonizó un episodio en que amenazó con un cuchillo a un compañero de aula. Durante varios días, sostuvo una conducta bastante agresiva.
Un mes después del primer incidente, el primero de junio de 2004, se tomó una foto en el patio de la escuela. En ella aparece Natsumi a unos metros de Satomi, mientras las dos forman la “V” de la Victoria con sus dedos. Esta imagen, tomada unas horas antes del crimen que escandalizó al Japón, es la última foto que se tiene de Satomi en vida.
Antes del Crimen (Natsumi Izquierda, “Amiga” Satomi Derecha)
Ese día, más tarde, Natsumi llevó a su amiga Satomi a una sala vacía, donde le vendó los ojos como si se tratase de un juego. Tomó entonces un cutter y la degolló. La niña quedó agonizando, tirada en el suelo del salón de clases, donde se desangró. Luego, Natsumi caminó hasta su aula y entró con su ropa llena de sangre, para sorpresa de todos los presentes. El profesor entró en acción, y encontró muy pronto el cadáver de la pequeña asesinada de forma tan violenta.
Natsumi, en el camino hacia su salón, bajó una escalera, donde varios alumnos la vieron y comenzaron a fotografiarla. Esas fotografías fueron incautadas por la policía, pero inspiraron a muchos seguidores a recrearlas. De ese momento procede la imagen que dio la vuelta al mundo, en la cual se le representa cubierta con la sangre de su amiga, sonriente, mirando a la cámara, vestida con una falda de mezclilla, tenis blancos y una sudadera gris con la palabra “nevada” en el pecho, dentro de cuyo bolsillo aún se ve el cutter rojo lleno de sangre. Desde entonces comenzó a conocérsele como “nevada Tan” o “nevada Chan“, que en japonés quiere decir “La Niña nevada”.
Cuando llegó la policía, Natsumi confesó su crimen y mostró arrepentimiento: “He hecho algo malo, ¿cierto? Lo siento, lo siento mucho”, dijo, mientras la arrestaban. Las leyes japonesas prohibieron que su nombre verdadero se publicara, por ser una menor de edad acusada de un crimen grave. Se referían a ella únicamente como “Chica A”; el público se estremeció al saber que la niña asesina contaba tan sólo con once años.
Tras un juicio que se convirtió en un circo, fue encontrada culpable de asesinato en primer grado y condenada a nueve años de prisión en la penitenciaría de Sasebo. Una noche, un conductor de noticias de TV Fuji, por un supuesto descuido mencionó al aire el nombre de Natsumi Tsuji. Así se supo su verdadera identidad a nivel mundial, aunque sus fans siguieron refiriéndose a ella como “nevada Tan“.
Al ingresar al penal, Natsumi fue visitada por varios psicólogos infantiles y psiquiatras criminalistas, quienes le practicaron exámenes y análisis. Todos concluyeron que se trataba de una chica perfectamente sana, sin ningún desorden mental detectable. Le diagnosticaron que padecía del síndrome Hikikomori, en el cual los que lo padecen se aíslan y no quieren salir de sus casas, ni tener trato con la gente. Pero esto era sólo un síntoma y no explicaba la conducta de la niña.
Desde entonces, una legión de fans en todo el mundo se dedicó a rendirle homenajes en forma de dibujos, muñecos, juegos de video, animaciones, canciones, poemas e incluso un himno. Varios sitios de Internet hablan sobre su vida, publican los dibujos que ella realizó y las fotografías que se han recuperado.
martes, 24 de abril de 2012
Sal con una chica que lee. Te sorprenderás.
Este escrito no es mío. Agradezco a Flor Cristina Ureña por ayudarme a encontrarlo.
Sal con una chica que no lee.
Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.
Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco.
Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta. Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.
Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar. Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee.
Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno.
Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti.
Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato. Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción.
Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.
Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza. No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con Joyce, con Nabokov, con Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido.
Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada.
Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio. Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.
Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería.
¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas. Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos. Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.
Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor.
Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace. Por lo menos tiene que intentarlo. Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.
Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.
¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo.
Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.
Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype. Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.
Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee. O mejor aún, a una que escriba.
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